El adiós entre lágrimas de Miryam Hernández

Miryam Hernández se fue del Tribunal Superior de Justicia sin decir una sola palabra, pero con lágrimas en la cara. Eso lo dice todo, no estaba lista para soltar la silla. Durante años jugó a ser la figura fuerte del Poder Judicial, pero ayer vimos a la mujer que no quería dejar de ser presidenta. Esa imagen de abrazos y ojos rojos deja claro que el poder no solo se ejerce, también se extraña. El detalle incómodo es que nunca hubo una rendición de cuentas, ni una explicación al pueblo. Salió llorando, pero sin responder por un Poder Judicial que en su gestión fue señalado de ser complaciente con los de arriba.

El estacionamiento de Mauricio Ávila

El nuevo magistrado Mauricio Ávila no necesitó discursos para mostrarse tal cual, un tipo que estaciona como quiere. Ocupó más espacio del que debía, como si el reglamento no fuera para él, como si su placa lo autorizara a estorbar a los demás. Podrá parecer una tontería, pero es la foto perfecta de lo que tanto molesta, funcionarios que, en lugar de ajustarse a las reglas, creen que las reglas deben ajustarse a ellos. Hoy Ávila es el único juez civil que sobrevivió a la limpia del Poder Judicial; ojalá que su forma de impartir justicia no sea igual que su manera de manejar, torpe, imprudente y con la idea de que estorbar es parte del privilegio.