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Plan México: el renacer de la política industrial en busca de mayor autonomía productiva

La política industrial se entiende como el conjunto de acciones estatales destinadas a moldear la estructura productiva del país, tanto en el sector privado como en el estatal, con el fin de elevar la productividad, generar empleo y promover el crecimiento económico. En ese marco, México acaba de impulsar el llamado Plan México, una estrategia renovada que apuesta por la intervención del Estado para fomentar sectores estratégicos y atraer inversiones nacionales y extranjeras.

A diferencia de los modelos recientes que favorecían un Estado más reducido en lo económico, este plan busca elevar los niveles de inversión pública y privada, especialmente en áreas de alto valor agregado como automotriz, semiconductores, electrónico, farmacéutico, electromovilidad y agroindustria. La intención es dejar de depender excesivamente de importaciones, fortaleciendo cadenas de valor nacionales para fabricar en México lo que se ha venido comprando desde fuera.

El Plan México también plantea un fuerte enfoque regional, mediante los llamados Polos de Desarrollo para el Bienestar (Podebis), con lo cual se busca generar polos industriales en distintas partes del país, especialmente en regiones históricamente rezagadas. En conjunto con la modernización de infraestructura, incentivos fiscales, simplificación regulatoria y apoyo a PyMEs, la política quiere equilibrar los niveles de desarrollo territorial.

Empresarios y cámaras del sector privado han mostrado cierto respaldo, aunque advierten que la viabilidad del Plan depende mucho del financiamiento, de la claridad regulatoria y de la capacidad del país para sostener tasas de crecimiento económico más altas. La tensión comercial internacional, las amenazas arancelarias de Estados Unidos y los vaivenes globales en cadenas de suministro también representan riesgos que el gobierno se ha comprometido a mitigar.

Como muestra concreta del avance, se han anunciado inversiones farmacéuticas por más de 12,250 millones de pesos, destinadas a investigación, ampliación de plantas y nuevas líneas productivas. También se trabaja en infraestructura industrial, como parques y polos productivos, que permitan mejorar la distribución geográfica de la industria y generar empleo formal en regiones diversas.

El reto para el Plan México será convertir esas propuestas ambiciosas en realidades palpables: lograr que los incentivos no queden en papel, que la industria nacional desarrolle su capacidad tecnológica y que las zonas menos desarrolladas participen de los beneficios. Si lo logra, podría marcar un punto de inflexión en la historia económica de México, restableciendo un papel más activo del Estado en la economía para responder a crisis externas y construir mayor resiliencia interna.