Lo que comenzó como un pequeño negocio familiar, impulsado por la necesidad y el amor por la cocina, hoy celebra más de tres décadas de historia en el corazón de Chihuahua. Un grupo de emprendedores locales ha logrado posicionarse como referente gastronómico gracias a su inconfundible menú: las tradicionales “sencillas y especiales”.
El negocio, que abrió sus puertas en los años 90, ha sido testigo de la evolución de la ciudad y del gusto de sus comensales, sin perder la esencia que lo distingue: sazón casera, atención cercana y una receta que ha pasado de generación en generación. Las “sencillas”, con su toque justo de sabor, y las “especiales”, más generosas y con ingredientes selectos, han conquistado paladares de todas las edades.
Los fundadores recuerdan que, al principio, todo se hacía en casa: desde la preparación de los ingredientes hasta el servicio. Con el tiempo, y gracias al boca a boca, el negocio creció sin perder su carácter familiar. “Aquí no hay secretos, solo cocinamos como lo hacían nuestras abuelas, con tiempo, cariño y buen sazón”, comenta uno de los propietarios.
Hoy en día, el establecimiento no solo es un punto de reunión para locales, sino también una parada obligada para turistas que buscan probar algo auténtico. Sus platillos han cruzado fronteras gracias a la nostalgia de quienes se llevan el recuerdo en el paladar y lo recomiendan desde lejos.
Además del menú, lo que ha hecho especial a este lugar es el compromiso con la comunidad. Emplean a vecinos, apoyan causas locales y forman parte activa de la vida cotidiana del barrio. Para muchos, más que un restaurante, representa un pedacito de historia viva.
A 30 años de distancia, los emprendedores celebran con orgullo el camino recorrido y aseguran que seguirán sirviendo con el mismo amor que los vio comenzar. Porque, como ellos mismos dicen, “cuando algo se cocina con el corazón, el sabor jamás se olvida”.