La muerte de Víctor Cruz Russek no es solo una pérdida personal para la gobernadora Maru Campos. Es también el cierre de un capítulo silencioso que acompañó, en lo público y en lo privado, al poder más alto de Chihuahua.
Russek fue un empresario discreto, un contador con perfil bajo que construyó su fortuna en el sector automotriz. No necesitó reflectores ni apariciones mediáticas para ejercer influencia. En un estado donde las alianzas entre negocios y política han definido destinos, él representaba una figura distinta.
La noticia de su fallecimiento llega en un momento en que el gobierno estatal enfrenta tensiones políticas y una ciudadanía cada vez más desconfiada de sus instituciones. En medio de ese escenario, la muerte del esposo de la gobernadora humaniza la figura de quien, hasta ahora, ha sido vista solo como funcionaria, no como persona. Porque detrás del cargo hay una mujer que hoy atraviesa un duelo, y eso merece respeto.
Pero también vale mirar más allá del luto. La partida de Russek deja vacante una figura que, aunque poco visible, era un contrapeso emocional y político en el entorno de Maru Campos. En el juego del poder, las ausencias pesan. Y el vacío que deja alguien de confianza en los círculos más cercanos no tarda en notarse.
El duelo oficial se acompañará de comunicados, flores y mensajes de solidaridad. Pero cuando los reflectores se apaguen, la verdadera prueba será cómo se reacomoda el poder en Chihuahua. Porque incluso en la muerte, la política no se detiene.