En el municipio de Chihuahua, hay un personaje que desde hace tiempo se mueve con aires de poder, aunque no fue electo por el voto popular. Se trata de Ignacio “Nacho” Dávila, conocido en algunos círculos como “El Pipope”, actual coordinador de Comunicación Social del alcalde Marco Bonilla. Un funcionario que en lugar de facilitar el trabajo de la prensa, parece tener como misión personal censurar, limitar y controlar a los medios que cubren la fuente del Ayuntamiento.
Esta semana, Dávila volvió a mostrar el músculo autoritario que lo ha caracterizado durante la administración de Bonilla. En un mensaje dirigido a reporteros y reporteras que cubren la fuente municipal, “El Pipope” les prohibió permanecer en el Salón Consistorial, un espacio público donde, paradójicamente, se celebran actos oficiales y eventos abiertos a la ciudadanía.
“El espacio asignado a las y los compañeros de la fuente es el ubicado en el tercer piso del edificio del Real, no hay ningún otro espacio”, escribió Dávila, como si el consistorial fuera su despacho personal. No conforme, añadió que quien use ese lugar para trabajar por cercanía a las fuentes o necesidad física deberá retirarse “de la manera más atenta”. Eso sí, con un tono pasivo-agresivo disfrazado de cortesía institucional.
Pero aquí la pregunta es: ¿desde cuándo un coordinador de comunicación decide quién entra y quién no a un espacio público? ¿Con qué autoridad moral o legal se atreve a limitar el trabajo de reporteros, algunos de los cuales como se hizo saber ni siquiera pueden acceder al tercer piso por razones de salud?
La respuesta no sorprende. Desde hace años, en el piso 3 del edificio Real, Nacho Dávila ha intentado convertir el área de Comunicación Social en un cuarto de guerra, más que en una oficina de servicio. La relación con los medios se ha vuelto vertical, excluyente, y en ocasiones, incluso intimidante. A algunos periodistas se les castiga con el “silencio institucional”, a otros se les niega el acceso, y a varios más se les hostiga cuando hacen preguntas incómodas.
No es ningún secreto que este personaje que parece creerse alcalde sin haber ganado una elección ha querido imponer un solo discurso desde el poder: el suyo. Y no se trata de un problema menor. Cuando quien controla la comunicación intenta manipular o condicionar el trabajo de la prensa, se pone en riesgo el derecho a la información, piedra angular de cualquier democracia.
¿Hasta cuándo el alcalde Marco Bonilla permitirá este comportamiento? ¿Hasta cuándo seguirá tolerando un vocero que parece más obsesionado con el control que con la transparencia? La prensa libre no necesita favores ni concesiones. Lo que necesita es respeto, acceso y condiciones dignas para trabajar. Y eso, hasta ahora, es algo que Nacho Dávila ha demostrado no estar dispuesto a garantizar.